martes, 12 de junio de 2012

Los ideales están arruinados, salvemos la ruina


Desde 1990, la casa de arte Tacheles se mantiene en Berlín como emblema de la cultura alternativa y como un ícono de la resistencia, en una ciudad donde esa palabra se resignifica continuamente

Txt. Nicole Baler | @nicolebaler

Aunque muchas guías turísticas ya lo sacaron de sus recomendados, el Tacheles sigue ahí: justito donde se levantó un viejo shopping en territorio oriental que quiso ser el primero y más grande de Europa y fracasó terriblemente a principios de 1900. En un edificio en ruinas con orden de demolición, que fue cuartel de los nazis primero y de los soviéticos después, un grupo de artistas se instaló bajo la consigna “los ideales están arruinados, salvemos la ruina”, en sintonía con el movimiento okupa que creció en Berlín después de la caída del muro. Y allí se quedaron, o eso intentan. En estos años, Tacheles se convirtió en un centro cultural, punto turístico y meca del arte alternativo en la capital alemana.

La historia, si es que se pueden resumir veintidós años de creación y conflicto, viene así: a partir de 1998, el gobierno la declaró casa de arte y empezó a hacer contratos de alquiler, por un precio simbólico, con los inquilinos de ésta y otras casas okupas de la zona, con vigencia al 2008. Mientras tanto, el edificio fue vendido al banco HSH Nordbank, el cual estaba obligado a hacer varias obras de saneamiento del espacio, que hizo a medias. Cuando pasaron los diez años y caducaron los contratos, la empresa se declaró en bancarrota y vendió el edificio a otro banco, que resultó ser de los mismos dueños con una razón social distinta y que, desde entonces, intenta sacar a los artistas de ahí. “Aquí está la galería de los de seguridad, todavía estamos esperando para ver qué cuerno van a exponer”, dispara Pilar Camaño Chinchilla mientras simula una visita guiada por Tacheles y muestra una de las partes del edificio ocupada por los agentes que mandó el banco a instalarse ahí. Seguimos por el culo del edificio, que es hasta donde debemos ir para poder entrar al patio de esculturas desde que nos clausuraron la entrada de emergencia”, ironiza: el humor ácido es la única forma que encuentra para explicar la situación. Esta española de 31 años llegó a Tacheles hace siete, cuando dejó su trabajo como química porque quería ser escritora. Y empezó a trabajar en el Zapata como moza –que, junto a Studio 54, eran los dos bares que funcionaban en el espacio– y ahí se quedó, o eso también intenta.


En el quinto piso del edificio estaba el atelier de Rodin, un artista ruso que crea unos murales gigantescos que están compuestos de cientos de imágenes más pequeñas. En diciembre, lo ocupó la policía con todas sus obras adentro. Hoy, ese espacio está tomado y los carteles que defienden a Rodin muestran que la batalla todavía no está perdida. Todos los pisos están repletos de atelieres de pintores, diseñadores y herreros, que para sobrevivir, crean piezas vendibles para los turistas que visitan la casa todos los días. Las paredes tienen la huella de los artistas que pasaron por ahí. En la entrada, acomodados debajo de la escalera, Pilar junto a otros dos artistas latinoamericanos, se hizo su lugarcito donde sólo había mugre. 

En el piso de arriba, José Urhe ofrece piezas hechas en arcilla. Tiene 55 años, es argentino y no se mueve de Tacheles porque ahí “lo lindo es el intercambio entre artistas, compartir el espacio, las técnicas y los materiales con gente de todo el mundo”, y se lamenta al pensar en perderlo porque lo considera “un lugar de experimentación”. Entre todo este laberinto de graffitis, escaleras y piezas de arte, un hombre alto, con campera de cuero y pelo rubio descontrolado, recorre los pasillos con esa confianza de quien es el rey de la cuadra. Martin Reiter es algo así como el director del edificio principal de Tacheles. A él los artistas le piden permiso para tener su lugar en la casa, lo llama la prensa para tener declaraciones oficiales y le piden los abogados para defenderse ante tanto reclamo y papelerío. A cambio, sólo le deben su cuota mensual de electricidad. Pilar explica que “entre los artistas hay un montón de ideas acerca de cómo hacer y enfrentar los conflictos, pero son caóticos. Para cualquier proyecto artístico se ponen todos, pero para hacer papeles, nadie. Entonces todos confían en él, porque ayuda a solucionar estas cuestiones. Eso si, todo se hace partiendo del concepto que él tiene de lo que debería ser Tacheles”. 

 Todos los fenómenos que pasan en el mundo ocurren en pequeñito en el Tacheles”, asegura la artista española, como si así pudiera explicar tantos años de conflictos internos, legales y con la policía. Es que los problemas no sólo vienen de afuera. Cuando se hicieron los contratos, surgieron varios cabecillas que se repartieron todo el espacio. Uno quedó a cargo de la gastronomía (es decir, de los dos bares, que ya vendió al banco en abril de 2011 por un millón de euros), otro al mando del edificio y un tercero, a cargo del patio. Y el banco sigue ingeniándoselas para conquistar metro por metro. En esa parte que les vendió la gastronomía, terreno inutilizado pero en manos del banco, levantaron un muro que separa su propiedad de la de Tacheles. Cualquier semejanza con la historia reciente, es pura coincidencia.

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